Cuando nos separamos
en silencio y con lágrimas,
con el corazón medio roto,
para apartarnos por años,
tu mejilla se tornó pálida y fría
y tu beso aún más frío...
Aquella hora predijo
en verdad todo este dolor.
El rocío de la mañana
resbaló frío por mi frente
y fue como un anuncio
de lo que ahora siento.
Tus juramentos se han roto
y tu fama ya es muy frágil;
cuando escucho tu nombre
comparto su vergüenza.
Cuando te nombran delante de mí,
un toque lúgubre llega a mi oído
y un estremecimiento me sacude.
¿Por qué te quise tanto?
Aquellos que te conocen bien
no saben que te conocí:
Por mucho, mucho tiempo
habré de arrepentirme de ti
tan hondamente,
que no puedo expresarlo.
En secreto nos encontramos,
y en silencio me lamento
de que tu corazón pueda olvidar
y tu espíritu engañarme.
Si llegara a encontrarte
tras largos años,
¿cómo habría de saludarte?
¡Con silencio y con lágrimas!
Versión de Arturo Rizzi
Rock en las espinas
“El rock como forma musical es muy simple sobre el papel. Pero hay variaciones que puedes introducir; una de las más importantes es el ritmo y el fraseo. Una gran parte es instinto. Una vez que has intuido algo, te agarras a ello y ves hasta dónde te lle va. No hay mucha estrategia. No hay mucho de cerebro detrás”. Keith Richards.
9 de marzo de 2012
29 de septiembre de 2011
Si cuela, cuela y sino, pues "Miré usted que nos han malinterpretado"
29 de noviembre de 2010
Seguir al aire
Tantas cosas por decir y no salen las palabras. Tantas vidas por hacer y sin ganas de saltar. Tengo las novelas en pausa porque a estas horas el sueño se me enreda, las ideas estallan con gasolina y ya no quedan líneas que borrar.
Pasé dos mundos buscando mechones de pelo, ríos y subrayadores. Por seguir algo, seguí al tiempo, y acabé dentro de esos infinitos que crecen en las lacas de uñas. Empezó a hacer calor así que saneé mis sombras, brindé por ellas y surqué los cables con la Honda hacia desnudos más dignos.
Y ahora mis espinas están llenas de una soledad salada que por mucha canela que les eche nunca terminan de darle una oportunidad a nada. Me falta tiempo y me falta sangre, y me arrepiento de soltar las sonrisas y callarme las balas.
Nunca termino de terminar porque tengo mil ases en las mangas pero mis manos están cubiertas de azul y ya no me quedan bollos que abrazar. Y estoy cansada de firmar en negro y de bailar regiones que sólo quiero olvidar
Pasé dos mundos buscando mechones de pelo, ríos y subrayadores. Por seguir algo, seguí al tiempo, y acabé dentro de esos infinitos que crecen en las lacas de uñas. Empezó a hacer calor así que saneé mis sombras, brindé por ellas y surqué los cables con la Honda hacia desnudos más dignos.
Y ahora mis espinas están llenas de una soledad salada que por mucha canela que les eche nunca terminan de darle una oportunidad a nada. Me falta tiempo y me falta sangre, y me arrepiento de soltar las sonrisas y callarme las balas.
Nunca termino de terminar porque tengo mil ases en las mangas pero mis manos están cubiertas de azul y ya no me quedan bollos que abrazar. Y estoy cansada de firmar en negro y de bailar regiones que sólo quiero olvidar
16 de noviembre de 2010
As Pias 2010
Satélite a las 10:45 (1.47 a.m.) Los cupos están completos. Han trajinado sus trajes y han disparado sus disparates. Frases hechas. Frases tópicas, típicas, utópicas. Las estaciones pausan su curso, reclaman su rancho y gotean hasta el cambio.
Cuervo duerme, y su cuerpo dormido grazna al hastío que esparce virutas de espuma que reparten muestras de insolencia en el silencio.
Telebolla nace rápido y vive fugaz. Gorras y sonrisas para alimentar los elementos. Azúcar y minidragones se esconden en el suelo que Otoño tapiza de clorofila seca y carroñas de tiempo de sueños estivales. Verano enreda en su red desdobles de rumbo, ansias de triunfo y burbujas de tiempo donde se condensan ciudades sin cosquillas.
Cuervo aguarda, insolente ante Soberbia, quien domina las entrañas del tiempo y arista los restos calcinados de sus ventanas donde los sucesos se rasgan y caen al suelo, y no suceden.
Invierno es solitario y calla con risas, posibles revoluciones. Y es quien cree que todo es tiempo, que nada dice mirar como ve, que entretiene sus dedos desligando errores y fracasos. Y su carcasa cae. Y su reloj aumenta.
Las estaciones atrapan sorbos que nutren relojes de oportunidades con espirales, arenas y promesas
Temblar. Hasta que el miedo inunde cada una de las espinas. Nada más humillante que estar en el fango de una genética grandiosa. Los minidragones prefieren el calor para servir su venganza y Verano no hace sino golpear suspiros contra el puente del cambio. Todo comienza con los huesos y, tras ello, el ser se cubre de escamas. Y el reloj de Verano se llena de risas y castillos a medio construir. De castillos a medio destruir. Que quizás no sean de esos sueños que pesan.
Primavera cubre su juventud con miradas de ladrón y dispara pisadas a los tópicos, hijos bastardos de la estadística. Y pincha con amor los minidragones de Verano. Y rugen los sonidos que Telebolla silva en su madurez y resuenan a lo largo del cambio.
Verano logra arrancar una pizca al infinito pero llora lástima de existencias por imaginar y son Otoño y Primavera quienes desligan el grano de su lazo y lo introducen en su correspondiente reloj.
Cuervo cuenta los despertares que rielan en el cambio y reduce los sonidos que retumban al choque con su cuerpo. Su lienzo tiembla de frío y fiebre y el infinito reluce entre sus dedos, que tergiversan realidades, que descubren cuentos.
Pero son los dedos de Invierno quienes hilan la distancia y rescatan sueños de esos que pesan. De esos que llenan ciudades, mentes y cuerpos y arrancan giros que obedecen al deseo y manejan los destinos de los hombres
Cuervo duerme, y su cuerpo dormido grazna al hastío que esparce virutas de espuma que reparten muestras de insolencia en el silencio.
Telebolla nace rápido y vive fugaz. Gorras y sonrisas para alimentar los elementos. Azúcar y minidragones se esconden en el suelo que Otoño tapiza de clorofila seca y carroñas de tiempo de sueños estivales. Verano enreda en su red desdobles de rumbo, ansias de triunfo y burbujas de tiempo donde se condensan ciudades sin cosquillas.
Cuervo aguarda, insolente ante Soberbia, quien domina las entrañas del tiempo y arista los restos calcinados de sus ventanas donde los sucesos se rasgan y caen al suelo, y no suceden.
Invierno es solitario y calla con risas, posibles revoluciones. Y es quien cree que todo es tiempo, que nada dice mirar como ve, que entretiene sus dedos desligando errores y fracasos. Y su carcasa cae. Y su reloj aumenta.
Las estaciones atrapan sorbos que nutren relojes de oportunidades con espirales, arenas y promesas
Temblar. Hasta que el miedo inunde cada una de las espinas. Nada más humillante que estar en el fango de una genética grandiosa. Los minidragones prefieren el calor para servir su venganza y Verano no hace sino golpear suspiros contra el puente del cambio. Todo comienza con los huesos y, tras ello, el ser se cubre de escamas. Y el reloj de Verano se llena de risas y castillos a medio construir. De castillos a medio destruir. Que quizás no sean de esos sueños que pesan.
Primavera cubre su juventud con miradas de ladrón y dispara pisadas a los tópicos, hijos bastardos de la estadística. Y pincha con amor los minidragones de Verano. Y rugen los sonidos que Telebolla silva en su madurez y resuenan a lo largo del cambio.
Verano logra arrancar una pizca al infinito pero llora lástima de existencias por imaginar y son Otoño y Primavera quienes desligan el grano de su lazo y lo introducen en su correspondiente reloj.
Cuervo cuenta los despertares que rielan en el cambio y reduce los sonidos que retumban al choque con su cuerpo. Su lienzo tiembla de frío y fiebre y el infinito reluce entre sus dedos, que tergiversan realidades, que descubren cuentos.
Pero son los dedos de Invierno quienes hilan la distancia y rescatan sueños de esos que pesan. De esos que llenan ciudades, mentes y cuerpos y arrancan giros que obedecen al deseo y manejan los destinos de los hombres
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